El bojagi, al igual que muchas de las labores que hoy practicamos con nuestras manos, surgió hace miles de años entre mujeres que intentaban expresarse mediante lo que les era permitido: la labor doméstica y la costura. Sin embargo, lo que lo diferenciaba de otras labores coreanas era que esta técnica se practicaba a mano por todos los estratos sociales y lo único que lo diferenciaba entre realeza y plebe era el tipo de tela con el que se confeccionaba. Seda para la aristocracia y cáñamo o algodón para los estratos más bajos.

El bojagi consiste en unir retazos de tela cuadrados o rectangulares mediante la técnica de la triple costura, que permite conseguir que la pieza final sea reversible y, por ende, no tenga un lado derecho o un lado revés. Así mismo, el uso de este tipo de costura – que antiguamente era hecho a mano – permite que se obtenga un trabajo resistente y duradero. Se puede llevar a cabo con cualquier tipo de tela e incluso con papel, pero las fibras más utilizadas fueron y siguen siendo la seda, el ramio, el cáñamo, el algodón y la organza.

«LOS COLORES MÁS UTILIZADOS EN EL BOGAJI EN SUS INICIOS FUERON EL AZUL, ROJO, BLANCO, NEGRO Y AMARILLO».

Como te imaginarás, en sus inicios este trabajo se llevaba a cabo con cualquier tipo de tela que estuviera al alcance, pues además de tener un fin estético y utilitario servía para aprovechar hasta el más mínimo resto de material que quedara disponible. De este modo, cuando se juntaban retazos de tela traslúcidos como el ramio – la más utilizada – se obtenía una pieza similar a un vitral que dejaba pasar luz a través de ella, volviéndolo así un trabajo ideal para la confección de cortinas, ya que permitía que la luz del exterior se filtrara hacia adentro de un modo delicado y natural.

«NO SE DEBE CONFUNDIR EL BOJAGI (COREA) CON EL FUROSHIKI (JAPÓN). EL PRIMERO TIENE LIBERTAD ABSOLUTA EN CUANTO A TAMAÑOS Y COLORES; EL SEGUNDO TIENE MEDIDAS MÁS ESTRICTAS Y POCAS COSTURAS».